Os copio un artículo que leí hace tiempo en el blog de "El detonador" del Diario Público. Describe de forma general los tipos de oyentes de música. Como toda generalización tiene un margen de error, pero creo que es cuanto menos simpático el retrato que hace de la sociedad musical.
"Aficionados a la música, una tipología".
He mantenido este diálogo
más de 50 y menos de 5.000 veces en mi vida.
El Detonador: ¿Escuchas música?
Otro: Sí, sí. A mí me gusta mucho la música.
E. D.: ¿Ah, sí? ¿Y qué tipo de música?
Otro: La verdad es que me gusta de todo. Yo oigo todo tipo de música.
E. D.: Sí, pero, no sé, ¿cuál es tu grupo favorito?
Otro: Buff… No sé, hay tantos… Eso sí, ninguno de los de OT. A mí la música comercial no me gusta. Ni Los 40.
E. D.: ¿Ah, no?
Otro: No, bueno, de lo que ponen en la radio Amaral sí
que me gusta, me parece lo mejor. Y bueno, hay canciones horteras tipo
Estopa o el Arrebato que para bailar no están mal.
E. D.: ¡Ah…! Vale. Sólo por curiosidad. ¿Cuántos cedés tienes en casa?
Otro: ¿Cedés? Si ya nadie compra cedés… No sé, tengo quince o veinte.
Estamos ante lo que yo llamo un
consumidor de música circunstancial. Su vida discurre, probablemente saludable y feliz, sin la necesidad urgente de escuchar música. Más que buscarla,
la música se la encuentra:
cuando sale a tomar una copa, en la radio del coche, en algún anuncio
de la tele o al pasar por delante de una tienda fashion. De sus 20
cedés, la mitad son regalados y cinco o seis grabados. Si le preguntas
si le gusta la música, responderá lo dicho: “Sí, sí. A mí me gusta mucho
la música”. ¿Seguro? ¿Tanto, tanto?
El consumidor circunstancial
es sólo una especie más, aunque muy extendida, de la gente que escucha música. Hay otras, como estas:
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El consumidor habitual: Sin llegar a estar en
peligro de extinción, esta especie presenta pocos ejemplares en España.
Se trata de aficionados que compran o se descargan discos de forma
frecuente, van a varios conciertos al mes, no fallan en determinados
festivales, compran revistas especializadas y poseen una digna colección
de discos en casa. Pasan desapercibidos:
hasta debajo del traje y la corbata de un abogado puede haber un tipo que flipa con Kraftwerk. Son capaces de enumerar la discografía de Dylan y hablar con propiedad de los primeros álbumes de Aphex Twin. Cosa seria.
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El ‘entendidillo’: podría considerarse una
subespecie del consumidor habitual. Su peculiaridad es su tendencia a
querer y deber conocerlo todo, aunque en no pocas ocasiones hable de
oídas por algo que leyó en no sé qué blog. Cuando le mencionas un grupo,
él siempre habrá escuchado otro mejor y normalmente más nuevo. Por
supuesto, tú no conocerás ese grupo,
porque todavía no ha llegado a las 450 visitas en Myspace. Un pedante de cuidado, sobre todo si le pillas con dos copas de más.
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El ‘moderno’: está a la última, pero sólo a la
última. Es fan de Devendra Banhart pero tuerce el morro si le hablas de
la Incredible String Band. Se pone al día leyendo en diagonal la
Rockdelux y
convive de forma ansiosa con sus lagunas musicales. Se acaba de comprar un plato para vinilos. Las ‘modernas’ tienen especial predilección por grupos nórdicos con músicos rubios/as, altos y guapos/as, “muy monos”.
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El adicto: a día de hoy, se compra más de
cincuenta cedés al mes. No se descarga música de
Internet porque se oye
mal. Tiene una vastísima colección de cedés que ocupan varias paredes de
su casa. Es ordenado y meticuloso, como Jon Cusack en ‘Alta fidelidad’
pero sin tanto sentido del humor.
Son como unos Gollum de los discos: afables y majetes hasta que les pides que te dejen uno, su tesoro…
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El ‘freak’: le gusta lo raro. Da igual que sea un
arpista ciego de Nigeria que un minimalista alemán de mediados de siglo
XX. Cuando das con un ‘freak’, la conversación es frustrante. A los diez
minutos tus lagunas se han hecho oceános y
te planteas buscar algún disco de “ese monje manco que toca la kora en las montañas de Mali”.
Luego, cuando le mencionas que esa noche vas a un concierto de M. Ward y
te responde “¿De quién?”, respiras un poco más tranquilo.
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El ‘pureta’: Esta especie de aficionado predomina
en el campo de las músicas del mundo. Tiene aversión al inglés y a la
guitarra eléctrica (salvo que la toque Caetano Veloso). Le interesa lo
étnico, pero siempre que venga de África (o de más de 2.000 kilómetros
de distancia).
Sabe deletrear el nombre de Omar Faruk Tekbilek pero no ha escuchado nada de Eliseo Parra. También hay ‘puretas’ en el mundo del rock, para los que la historia de la música terminó en 1977.
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El ‘fan’: esta es una especie casi tan peligrosa
como la del ‘entendidillo’ y, sin lugar a dudas, la que mayor asombro me
causa. Lo más peculiar de esta raza de melómanos es que su
comportamiento es muy similar sea cual sea el grupo que veneran.
Son, probablemente, la única conexión real entre, por ejemplo, Alejandro Sanz y The Cure.
Cada cual con sus particularidades, hay un fondo de vehemencia
irracional que los hace a todos primos-hermanos (de sangre, claro). Su
grupo es como su equipo: el mejor. No escuchan otra cosa. “¿Para qué, si
es el mejor?” es una respuesta que he escuchado en más de una ocasión.
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El ‘adolescente’: el efecto de la música es tan
potente sobre los palpitantes sentidos del adolescente que adormece su
espíritu crítico. Por eso,
hay chavales que conviven entre Extremoduro y La Oreja de Van Gogh sin perder la cordura.
Quieren emoción, ya provenga esta de la voz de un tipo arrugado
hablando de droga, de la empalagosa historia de un amor truncado por el
estallido de un tren del 11-M o de proclamas anarquistas contra el orden
establecido.
¿Te reconoces? ¿Eres miembro de alguna de estas especies?
Fuente: http://blogs.publico.es/eldetonador/101/aficionados-a-la-musica-una-tipologia