viernes, 8 de febrero de 2013

Va telón

Os voy a contar la más grande cruzada que se pueda imaginar. (...) Todo es verdadero y ya usted lo comprobará.

Y es que hoy, aprovecho que va telón, para dejar salir un poco la mezcla de emociones que se me infunden en estos días. Va telón, digo, por última vez en el Falla, pero eso no deja de ser casi anecdótico. Lo importante es que va telón y sale la fiesta, mi fiesta, al escenario, durante dos semanas, y una más, y las que sean.

La noche de la final es una de esas noches que estaban marcadas en rojo antes de empezar el año. La noche que de niño disfrutaba por ser la única, junto con fin de año, que veía las horas largas de la madrugada, cuando la final era una fiesta y, como buena fiesta, acababa casi de día. En esa noche, cada año, tenía una batalla conmigo mismo y mi sueño, mientras mi madre terminaba el disfraz y en el Canal Sur repetía una y otra vez el anuncio del Covirán.

Recuerdo el año que unos ángeles caídos me cerraron los ojos. Y el año del disfraz de Darth Vader de la alcaldesa. Y también el que me desperté a lo justo para ver que era lo que decía mi mujé. Recuerdo unos indios arapahoe,  unos locos que aquel año en el estribillo, no se comieron el coco, y una infinidad más de seres extraños que cantaban cosas por la tele mientras yo quería estar allí y no dormirme.

Y solo era el principio. Luego llegaba el domingo, el de la cabalgata, que es igual que la que vos tenés cerquita allá en Brasil, pero en vez de las mulatas y las negras va desfilando mi suegra bigotuda y jorobada. Aquella mañana era como la de reyes. El disfraz y a casa de la abuela. El disfraz, que me convirtió por un dia en vaquero, diablo, mosquetero, mago de novela, galo de leyenda o, incluso, en un poderoso jedi. Disfraces que siguen conmigo, y es que yo no guardo disfraces, yo guardo una vida entera. Y a casa de la abuela, con todos, a jugar, tirar papelillos y ver la cabalgata. Aquellos días de cabalgata darían para un blog entero así que resumiré en que me resulta imposible entrar en esa casa, asomarme por ese balcón con vistas a la cabalgata, y no vernos a todos de niños tirando papelillos y serpentinas.

El tiempo ha pasado, pero las sensaciones son las mismas. Ahora es el callejeo, las risas, los buenos amigos, que aparecen al doblar las esquinas, esos que ves de carnaval en carnaval y saludas como si fueran tus hermanos. Una letra, un estribillo "cuatro, tres, dos, uno, cero...a vé quien tiene cojone aquí de cerrá astilleros", el de la moto, como todos los años, el pito de caña, la caja y las claves, las ilegales...El paraíso.

Llevo toda mi vida enganchado a esto, como aquel que se crió entre tangos, pasodobles y cuplés, que pronto cumplirá noventaysái y está hasta el coño de carnaval, y nadie sabe, ni yo puedo explicar, lo que significa, lo que significaba de niño y lo que significa ahora.

Guardo con nostalgia aquellas finales eternas con agrupaciones que ya en aquel momento eran históricas, y ser un niño el domingo de cabalgata. Con nostalgia pero sin pena, que ya es carnaval, y ya escucho a los fantasmas susurrar que van a empezar.

Y ya me tengo que ir...porque ya es verdad que estoy aquí diciendo pamplinas.(...) Que se quede el que quiera, pero yo ya viá tirá p'arriba.