jueves, 26 de diciembre de 2013

Creo que me he roto

Has vuelto al cadillac. Has vuelto a la ladera del Tibidabo. Has vuelto, y no querías hacerlo, pero aquí estás, como si no hubiera pasado el tiempo, de la mano de todos tus viejos fantasmas.


martes, 9 de julio de 2013

Un fracaso anunciado

Se dio cuenta una noche, tras apagar la luz y quedarse a solas con sus pensamientos, de hasta donde había entrado ella en su vida. Lo meditó, y un segundo antes de cerrar los ojos sobre su almohada se dijo a sí mismo un premonitorio: "cuidado".

Cuántas noches posteriores pasó maldiciéndose por no haberlo tenido.

domingo, 7 de julio de 2013

Recordar para retornar



Y allí estábamos, apretujados en un viejo taxi en el puente sobre el río Paraná, que marca la frontera entre Argentina y Paraguay. Cosas de la ultraseguridad y del (ridículo) protocolo fronterizo nos hicieron prolongar nuestra estancia en aquel puente durante horas. Las dificultades que pone el poderoso ante la entrada de los vecinos pobres.

La estancia fue larga, que no pesada. Mientras miraba por la ventanilla veía perderse en el horizonte el río y el sol, mientras escuchaba al bárbaro taxista contar una anécdota tras otra mientras disfrutaba de una de sus carreras más divertidas, sin duda. Cualquiera de los presentes debemos esbozar una sonrisa al recordar aquel trayecto, corto en distancia y eterno en tiempo, probablemente el mejor atasco de nuestras vidas.

Y todo esto para decir que, con los debidos ingredientes, hasta un atasco de horas se puede convertir en símbolo de un tiempo feliz, en uno de esos recuerdos que se repiten hasta la saciedad en un vano intento de volver allí. A aquel taxi, a aquel puente, con aquella gente, que siguen existiendo pero que ya no son las mismas.

domingo, 5 de mayo de 2013

No venden helados en la cima del mundo

Estoy sentado en mi enorme escritorio de caoba, de espaldas a una enorme cristalera tras la que se alza Nueva York, en mi despacho, en lo más alto de la ciudad. Supongo que es a esto a lo que llaman estar en la cima del mundo. No ha sido fácil llegar aquí arriba, pero el hecho es que aquí estoy, con más poder y prestigio del que jamás habría imaginado.

Estaba escribiendo el informe del mes de Abril. Entre números, estadísticas y nombres he dejado volar un poco mi cabeza y sin darme cuenta he acabado escribiéndote este email.

Hace años que no sabemos nada el uno del otro y probablemente me creas en una nube de triunfalismo cuando me ves en la portada de algún periódico. Seguramente no crees que me acuerde de ti, o a lo mejor eres tú la que no lo hace, no me las quiero dar de nada. El caso es que a veces cierro los ojos y pienso en ti.

Igual piensas que no es más que un acto de dramatismo, o que quería escribir poesía y no sabía que historia contar. No estoy de broma ni pretendo nada con esto, ni tan siquiera sé si le voy a dar a enviar.

Tengo clavada en la mente la imagen de la carne de gallina que asomaba en tus pechos cuando te acariciaba la pierna. Clavada, porque huí de aquello, porque me fui en busca del éxito y te dejé desnuda sin darte tiempo a decirme "quédate". En realidad, si aún piensas en mí, es muy probable (y respetable) que me odies.

Nunca lo he dicho en voz alta, ni a nadie, supongo que por miedo a reconocer así mi error o a que alguien me dijera "la cagaste", aunque aquí nadie me habla con la claridad y sinceridad con que lo hacíais vosotros, inconvenientes del poder, nunca lo he dicho en voz alta, decía, pero te echo de menos.

No voy a ser falso, ni hipócrita, ni una especie de personaje de cuento infantil con moraleja de que más vale amor que dinero, pero cometí un gran error el día que cerré aquella puerta tras de mí. Al principio fui feliz, no te eché de menos ni me costó irme, te soy sincero, ahora aquellos sentimientos me producen vergüenza propia.

No pretendo tu perdón, ni que corras a mis brazos. Soy consciente de que no te perdí, te eché de mi vida de una patada. Tampoco quiero que me creas, pero lo cierto es que cambiaría todo lo que tengo por volver a estar tumbado al sol una mañana entera junto a ti. Al final, solo soy un pobre idiota que confundió radicalmente el significado de la palabra "éxito".

No respondas si no quieres.

domingo, 17 de marzo de 2013

Otra estúpida mañana de autobús

No puedo con este sitio. Cada mañana cuando salgo a la calle es como si perdiera una batalla en la guerra más sanguinaria de todos los tiempos. Llega el autobús, que marca en la marquesina destino: calvario.Subo. Pago. Guardo la cartera y saco la desidia, y con ella me siento en el único asiento que queda vacío.

Así una y otra vez, hasta que la fuerza de la costumbre hace la resignación. Así hasta que, una mañana, se subió ella en la siguiente parada a la mía. Pasó por mi lado y por un instante hizo que mi mirada perdida se encontrara en su cara.

Cuando me quise dar cuenta ya se había perdido entre la multitud aplastada, que se toca pero no se mira, del fondo del autobús.

A la mañana siguiente volvió a subir. De nuevo en la parada siguiente a la mía. Iba seria, probablemente enfadada con su despertador, y acarreaba sus libros como el preso que lleva una bola de acero encadenada al pie. De nuevo pasó por mi lado como un fantasma y se volvió a perder.

Un día tras otro, siempre en la misma parada, allí estaba ella, subiendo en mi mismo autobús. Ignorando que yo existía.

Pasaron meses, y ya me sentaba buscando dejar un hueco libre. Que el destino y la gente te obligaran a sentarte a mi lado y, tal vez, a decirme hola. Ya no eras ella, eras tú.

Todas las mañanas al llegar a tu parada miraba nervioso la puerta y esperaba a que te subieras. Los días que no lo hacías volvía a verme en aquel autobús destino calvario, lleno de resignación en movimiento.

Ya te imaginaba acercándote a mí, diciéndome que me veías todas las mañanas, que te fijabas en mí como yo lo hacía en ti, pero que nunca te habías atrevido a decirme nada, porque, al final, nadie se saluda en el autobús destino calvario. Soñaba con tu presencia, con tu voz, me gustaba imaginarme tu vida, tu edad, tu nombre. Desvelar el misterio enorme de quién eras, y de cómo me liberabas de mi pesadumbre aunque solo fuera el tiempo en que tardabas en volverte a bajar, mucho antes que yo, de aquel autobús.

Llegó un día en el que ya no estabas en la parada.

Semanas corrieron una tras de otra y no te subiste ni una sola vez en aquel autobús. Ya meses han surcado el paso del tiempo y sigues sin haber estado esperando en la parada. Solo un día, entre la multitud, me pareció volver a ver tu pelo entre hombros y codos intentando bajar de aquel maldito autobús, pero no sé si eras tú o mis ganas de verte.

Supongo que aquí acaba todo. Te has perdido de nuevo por la ciudad. Solo espero que algún día, cuando el autobús pare en la siguiente parada a la mía, vuelvas a subirte, te sientes a mi lado y me digas que me has echado de menos.

Solo así las mañanas dejarán de ser otra estúpida mañana de autobús.

viernes, 8 de febrero de 2013

Va telón

Os voy a contar la más grande cruzada que se pueda imaginar. (...) Todo es verdadero y ya usted lo comprobará.

Y es que hoy, aprovecho que va telón, para dejar salir un poco la mezcla de emociones que se me infunden en estos días. Va telón, digo, por última vez en el Falla, pero eso no deja de ser casi anecdótico. Lo importante es que va telón y sale la fiesta, mi fiesta, al escenario, durante dos semanas, y una más, y las que sean.

La noche de la final es una de esas noches que estaban marcadas en rojo antes de empezar el año. La noche que de niño disfrutaba por ser la única, junto con fin de año, que veía las horas largas de la madrugada, cuando la final era una fiesta y, como buena fiesta, acababa casi de día. En esa noche, cada año, tenía una batalla conmigo mismo y mi sueño, mientras mi madre terminaba el disfraz y en el Canal Sur repetía una y otra vez el anuncio del Covirán.

Recuerdo el año que unos ángeles caídos me cerraron los ojos. Y el año del disfraz de Darth Vader de la alcaldesa. Y también el que me desperté a lo justo para ver que era lo que decía mi mujé. Recuerdo unos indios arapahoe,  unos locos que aquel año en el estribillo, no se comieron el coco, y una infinidad más de seres extraños que cantaban cosas por la tele mientras yo quería estar allí y no dormirme.

Y solo era el principio. Luego llegaba el domingo, el de la cabalgata, que es igual que la que vos tenés cerquita allá en Brasil, pero en vez de las mulatas y las negras va desfilando mi suegra bigotuda y jorobada. Aquella mañana era como la de reyes. El disfraz y a casa de la abuela. El disfraz, que me convirtió por un dia en vaquero, diablo, mosquetero, mago de novela, galo de leyenda o, incluso, en un poderoso jedi. Disfraces que siguen conmigo, y es que yo no guardo disfraces, yo guardo una vida entera. Y a casa de la abuela, con todos, a jugar, tirar papelillos y ver la cabalgata. Aquellos días de cabalgata darían para un blog entero así que resumiré en que me resulta imposible entrar en esa casa, asomarme por ese balcón con vistas a la cabalgata, y no vernos a todos de niños tirando papelillos y serpentinas.

El tiempo ha pasado, pero las sensaciones son las mismas. Ahora es el callejeo, las risas, los buenos amigos, que aparecen al doblar las esquinas, esos que ves de carnaval en carnaval y saludas como si fueran tus hermanos. Una letra, un estribillo "cuatro, tres, dos, uno, cero...a vé quien tiene cojone aquí de cerrá astilleros", el de la moto, como todos los años, el pito de caña, la caja y las claves, las ilegales...El paraíso.

Llevo toda mi vida enganchado a esto, como aquel que se crió entre tangos, pasodobles y cuplés, que pronto cumplirá noventaysái y está hasta el coño de carnaval, y nadie sabe, ni yo puedo explicar, lo que significa, lo que significaba de niño y lo que significa ahora.

Guardo con nostalgia aquellas finales eternas con agrupaciones que ya en aquel momento eran históricas, y ser un niño el domingo de cabalgata. Con nostalgia pero sin pena, que ya es carnaval, y ya escucho a los fantasmas susurrar que van a empezar.

Y ya me tengo que ir...porque ya es verdad que estoy aquí diciendo pamplinas.(...) Que se quede el que quiera, pero yo ya viá tirá p'arriba.


lunes, 28 de enero de 2013

La famosa cosa. La que está fatal

He vuelto. Aunque en realidad nunca me fui.

Hoy, al menos desde donde escribo, es un día de esos en los que el invierno parece que se vuelve compasivo y te regala un día despejado con un sol radiante para que te alivie el frío de la época. Bajo este sol y este cielo azul, vuelvo a escribir, o a intentarlo.

Hoy no traigo historias. Mi mente no está para inventar ficciones completas, y traer pequeños retazos de historias nunca me ha sabido del todo bien.

Últimamente la realidad es tan aplastante que no es necesaria la ficción.
Me levanto y veo en la prensa o en la televisión como los que mandan siguen robando. Lo que en un principio parecía una pequeña mancha que ensuciaba todo el conjunto, día a día se descubre de que no es tan pequeña la mancha ni tan grande el conjunto limpio.

Nos gobiernan corruptos, cazadores de elefantes, estafadores, mafiosos, curas, militares y sinvergüenzas. Día a día este Estado del Bienestar, que, por cierto, nunca fue del todo del Bienestar, o no lo fue al menos de la manera completa que podía haberlo sido, lo es un poco menos.

Peligra la sanidad, la educación, la vivienda. Peligra el trabajo, peligra la nutrición, peligra la libertad de expresión y, en cuanto nos despistemos un poco, peligrarán los Derechos Humanos, si no lo hacen ya. Esto, que ya se dice hasta a la ligera, como el que recita las provincias de Andalucía o la tabla del cuatro, es muy serio. Es de una gravedad infinita, incluso haciéndolo poco a poco, como lo hacen, el daño está siendo terrible. Y esto solo es el comienzo, me temo.

Y hay culpables, con nombres y apellidos, no son una nebulosa difuminada, son caras reconocidas y, en un gran porcentaje, fichadas. Pero no importa, porque mandan. Y si van a juicio, salen impunes. Y si  les condenan, les dan amnistías. Un trato de favor tras otro, de un lado y de otro, y todos a seguir mangando.

Me gustaría decir que lo hacen con astucia, sin posibilidad de que el pueblo se dé cuenta y reaccione, me gustaría decir que nos gobiernan unos maestros del pillaje y que ante eso nada es posible. Pero no, nos manejan una panda de incompetentes que ni siquiera sabe mentir bien. Sus mentiras son pilladas y desarmadas una, y otra y otra vez. ¿Entonces? ¿Por qué no caen los mentirosos como consecuencia de sus tan dañinos actos y mentiras?

Buena pregunta. El que tenga la respuesta, que me avise.